Relatos 74 24/04/2022

Cobardes

El.

Regresé a la facultad/escuela después de unos años en los que me dediqué a vivir o a lo que yo creía que era vivir. No sé qué se me pasó por la cabeza y volví a matricularme, ya había aprobado primero hacía unos años así que me incorporé al segundo curso. Si nunca había sido un buen estudiante era fácil imaginar que ahora, desentrenado y sin hábitos de estudio recientes me iba a resultar bastante difícil reincorporarme a la vida estudiantil. Me resultó bastante más de lo que yo creía. Fui a clase el primer día con la mejor de mis intenciones, fundamentalmente enterarme de la estructura del curso, ver si había optativas, valorar las prácticas si es que se podían elegir, en fin todas esas rutinas que yo había olvidado hacía algunos años.

Lo primero que vi es que casi todos los profesores eran comprometidos y exigentes, ya veríamos a lo largo del curso si resistían, en cuanto a mis compañeros todos eran mucho más jóvenes que yo, en realidad sabía que desentonaba y en la mirada de algunos vi una sonrisa contenida ¿Qué hará aquí el viejo este?

Al menos una costumbre de mi etapa anterior no la había perdido, llegué a mi primera clase con el tiempo justo casi tarde, lo que me relegó a un puesto en el palomar, al fondo de la clase, donde ni siquiera los que quieren pasar desapercibidos se sientan. Una buena oportunidad para echarle una ojeada a mis condiscípulos. Entretuve así el par de tediosas horas en las que nos repitieron hasta la saciedad no sé qué cosas, ya me las apañaría para que alguno de esos que toman nota de todo me lo pasase. Estudié sus caras, su lenguaje corporal, unos niñatos punto, ningún interés por empatizar. Le llegó el turno a las compañeras, cuchicheaban entre ellas, debían conocerse del curso anterior, demasiado jóvenes, algunas parecían adolescentes. Había al menos tres que estaban bastante buenas, una me sorprendió mirándola y me devolvió la mirada como una invitación, ni se me ocurre, estaría loco tener que quitarle los mocos a una parvulita por muy buena que esté.

La vi, no sé cómo había estado estudiando a todos mis compañeros y ella se me había pasado. La verdad es que no había en ella nada que destacase especialmente, ni un color excesivo ni un gesto fuera de lugar, ni una belleza explosiva, nada, y era eso. No podía valorársela parcialmente, debía mirarse al conjunto y entonces era una diosa.

Me sorprendí a mí mismo mirándola con intensidad, solo veía su espalda su cabello largo castaño claro y de vez en cuando su cara cuando la giraba para hablar con la compañera que tenía al lado. Aguanté él tostón solo por verla de pie al terminar las clases, no se había levantado entre una y otra, me gustó lo que vi.

Por Dios, que bonita me pareció, desentonaba entre tantos rostros comunes, en su cara se podían ver todas las estaciones del año. Andaba con seguridad, estaba muy seria pero algo le debió decir alguna de sus compañeras y se rio, lo que me hacía falta. Desde ese momento supe que sería ella, lo que no podía imagina que siempre sería ella, que lo sería para el resto de mi vida.

Ya no era un jovenzuelo inexperto, ya conocía mis prioridades, soberbia de principios de la madurez, de una madurez que a la vista de los resultados nunca terminó por llegar.

Seguí con mis malos hábitos de estudiante, durante los primeros meses me perdí algunas clases y me volví a ver mendigando que alguien me prestase los apuntes que tuve que fotocopiar. Poco a poco me acostumbré a volver a clase, el último trimestre y el curso siguiente apenas falté a clase, no lo hice por los estudios que me parecían bastante asequibles, lo hice por ella.

Seguía con mi vida, estudiar poco, estar de copas por las noches más de lo debido. Amores prestados de una noche que ya no me satisfacían y fueron desapareciendo de mi lista de intereses, y su imagen. Ya la había escuchado hablar, respondía a la pregunta de unos de los profesores, un hueso que al final nos aprobaba a todos, ella estaba nerviosa, le temblaba un poco la voz pero era tan armónica, con tantos matices que pensé que estaba cantando.

Empecé a sentarme siempre en lugares desde los que podía mirarla, no perderme ni un detalle de ella, juro que me pase horas eternas que pasaban como segundos mirándola, decir que me gustaba es de una obviedad insoportable. Algunas veces hice intención de acercarme a ella pero me resultó imposible. Por alguna extraña razón había tomado la decisión de no abordarla. Supongo que me veía a mí mismo muy mayor para ella, que pese a que no se la veía flirtear con nadie, debería haber una miríada de buitres sobrevolándola o tal vez ya tuviese alguien que le alegrase los días y quién sabe si las noches. Nunca sabré por qué renuncié a ella sin ni siquiera haber cruzado una palabra, maldigo que el tiempo no vuelva, no cometería el mismo error.

Posiblemente la idolatraba de tal manera que la consideraba fuera de mi alcance, bueno, eso lo pensé el día en que miró en mi dirección, no hacia mí, vi sus ojos con detalle. Miré primero a sus labios pero fueron unos segundos, sus ojos impedían ver otra cosa que no fuesen su profundidad, su poco común color ¿Cuántos tipos de verde existen? Supongo que muchísimos, muchos más uno, el suyo. Es una anécdota venial, ese verano pasé parte de mis vacaciones en Cantabria, y busqué el color de sus ojos en la infinita paleta de verdes de los montes cántabros, no lo encontré.

A finales de ese curso supe que sería imposible un acercamiento a ella, yo no daría nunca el paso y para ella simplemente yo no existía, me creerá alguien si le digo que compartiendo las horas que compartimos no me miró ni una sola vez, ni por accidente. Tan por accidente que en una práctica de laboratorio, esta vez sí por accidente, caminando de espaldas tropecé con ella, un tubo de ensayo que llevaba en la mano cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Me excusé, debí ponerme colorado como un tomate maduro, ella apenas se inmuto, se agacho para recoger los restos del tubo rechazando mi ayuda con un gesto, ¿Creen que me miró? Pues no, nada de eso, así que salí del laboratorio corrido como un perro apaleado.

La seguí al salir de clase, quería saber dónde vivía, que hacía en las horas en las que no estaba en la facultad, me convertí en un acosador a mi pesar, eso sí, de incognito. Llevaba una vida absolutamente normal, no hacía nada fuera de lo común, apenas salía, tal vez fuese una empollona.

Así consumí el segundo curso que para mí era el primero de mi nueva etapa. Creo que me enamore, mírenme el calavera se había enamorado platónicamente de una chiquilla, no, de una mujer a la que sabía que jamás tendría acceso, de una mujer que ignora hasta mi existencia.

Mis padres, unos benditos a los que hice sufrir lo indecible, tenían unos buenos ingresos, dos profesionales de cierto renombre de una ciudad no muy lejana, me habían alquilado un estudio en el centro de la ciudad, pobres, no sabían que esa era la zona de los bares. Los frecuenté todos con la esperanza de hacerme el encontradizo con ella, claro que no le iba a hablar, pero al menos la vería. Desde luego había perdido la esperanza de verla por la noche en alguno de los tugurios que frecuentaban los estudiantes, me los recorrí todos incluido los dos en los que se agrupaban los de nuestra escuela, nada, el desierto. Por fin, en la primavera muy cerca de los exámenes llegué al bar y la vi, ya me gustaría haber podido decir que nos vimos. Charlaba con unas amigas, una especie de grupito que siempre estaban juntas, les rodeaban o se acercaban constantemente otros compañeros, se les veía el plumero de una forma que a mí me parecía patética, querían ligar, por favor ¿con ella? Estáis locos. Me pareció que le hacía ojitos no sé si a uno de los camareros o a uno de los compañeros, y tuve un ataque de celos. Falsa alarma, mi cerebro jugándome pasadas insospechadas, me acerque hacia ella con un cuba libre en la mano, me mantuve a su espalda, tan solo pretendía escucharla hablar y si todo se daba bien poder verla, se había pintado, normalmente a clase iba con la cara lavada. Me pareció mucho más guapa. ¿Es que jamás iba a mirar hacia mí? Me marché, por primera vez antes de que cerraran, llegué a mi apartamento maldiciendo mi suerte y mi decisión de no ser yo quien la rompiese, ¿cómo iba a hacerlo con una persona para la que no existía?

Ese verano marché de vacaciones, tuve buenas notas, había aprobado todo así que mis padres se rascaron el bolsillo, un tiempo entre Comillas y San Vicente de la Barquera. No se me dio mal en ningún aspecto, pensé que eso me haría sacarme a esa muchacha de la cabeza. Todo fue bien hasta que me di cuenta de que ni siquiera sabía quién era y solo conocía de ella que no era de la ciudad, vivía con otras compañeras en un piso de estudiantes, también conocía su nombre por la abreviatura por la que la llamaban y ya está. Desde luego un bombón como ese debería estar en alguna playa del sur, me la imaginé y dos días después estaba en Tarifa, de nuevo nada, me moví un poco y pasé una semana en El Palmar, desde luego si hubiese estado a la playa no había ido, me la anduve de arriba abajo en más de una ocasión. Entonces que no lo necesitaba fortalecí mis piernas y conseguí un bronceado que me favorecía, a la mierda con la falsa modestia.

Volví a casa de mis padres y me limité a salir a tomar algo por las noches que se me antojaban frías y a estar en la piscina todo el día.

Comenzó el nuevo curso, entré a clase como un perro de caza a su búsqueda, no tuve que esforzarme mucho, la vi de inmediato hablando con sus amigas del curso anterior. Una de dos, o yo había perdido la cabeza o aún estaba más guapa, algunos compañeros las moscardeaban, solo me molestaba que me impedían una visión completa.

No hubo variaciones respecto al curso pasado, ahora me recuerdo con la cabeza apoyada en la mano y mirándola fijamente, tanto que un día una de sus amigas me vio y se ve que lo comentó en ese momento, ni siquiera volvió la cabeza.

Aún seguí pidiendo copias de los apuntes que no podía tomar por mi obsesiva manía de mirarla todo el tiempo. Quiso el azar que una de esas veces se los tuviese que pedir en la cafetería de la facultad a una de sus amigas, me los cedió con facilidad y yo corrí a fotocopiarlos.

  • Oye, que buenos apuntes y cuantos colorines.
  • Pues no los he hecho yo, son de mi amiga, solemos cogerlos por turnos.
  • Anda, que interesante. Muchas gracias.

Aún los conservo.

Queda poco que añadir, transcurrieron los meses y yo seguí enamorándome cada día un poco más, aunque siempre me repetía que eso del amor con una persona con la que ni has hablado, ni tan siquiera habías cruzado una mirada o una palabra debía ser una manía de mi cosecha.

Y finalizó el curso y yo que soy poco amigo de esas cosas me apunté para hacerme la orla, quería tener una foto suya y esta era la fórmula perfecta, el nombre completo con apellidos ya lo tenía del tablón de notas.

Acabó el curso y desaparecimos todos, no hice ningún amigo y por tanto no tuve a nadie que olvidar salvo a la única a la que no podría hacerlo, ella.

Comencé a trabajar, más por enchufe que por méritos propios, creo que llegué a ser un buen profesional, al final la carrera había terminado por gustarme y profundicé en ella con el tiempo, me especialicé y la vida siguió sin grandes sobresaltos.

Conocí a una compañera en el trabajo, nos caímos bien de inmediato, mismas ideas, similares gustos y aficiones y por lo visto una desesperada necesidad de tener otra persona en nuestra vida. Ella se enamoró perdidamente, lo que me halagó bastante, yo creo que también me enamoré, aunque en el fondo siempre quedó un poso de duda. Siempre aparecía la sombra de esa chiquilla de la que me enamoré como un bobo hace un montón de años.

No me lo pensé, empezamos a vivir juntos casi al día siguiente de haber pasado la primera noche juntos y pocos meses después nos casábamos con todas las de la ley.

No podía durar, se fue distanciando al muy poco tiempo, afortunadamente no nos dio por tener hijos. No sé si se distancio o es que yo nunca estuve lo suficientemente cerca, fracasé como pareja y aunque dolió, fue pasajero, duele mucho menos si en tu cabeza hay un imposible que no consigues arrancarte. Me había acostumbrado a una vida muelle con sexo ocasional, cenas de compromiso, a ser colega de quien debiera estar enamorado, me resultaba cómodo así que me sorprendió poco el día que me dijo que quería divorciarse, cuando le pregunté que por qué, me dijo que porque necesitaba ternura y pasión en su vida y yo era una pescadilla, así, con esas palabras, no pude evitar una carcajada y contestarle que con ese argumento no podía dejar de estar de acuerdo con ella. Nos tomamos una botella de Chateau D`yquem que tenía reservada para una ocasión especial, es público que soy bebedor de vinos blancos. Preparé una bolsa de viaje y me marché a un hotel, pasar esa noche en casa habría resultado muy peligroso.

El divorcio fue bien, había pocas cosas de propiedad común, no había hijos que ser utilizados como moneda de cambio y ella decidió quedarse con Trotsky, nuestro perrillo, tal vez lo hizo por joder, pero a mí me quitó un peso de encima. Seguimos siendo amigos, nos llamamos de vez en cuando, hasta hemos comido juntos en alguna ocasión, está mucho más guapa, se ve que la estaba asfixiando, sigo sin sentir nada por ella.

He tomado la decisión de jubilarme anticipadamente, no tengo necesidades económicas, vivo solo, tengo un buen piso con todas las sandeces que siempre quise tener y una vida apacible. Alguna vez que otra aún pienso en aquella chiquilla de la escuela, más veces de las que debiera. Ahora que estoy casi en el camino de retirada, que dispongo de más tiempo, mi pensamiento en ella se ha vuelto recurrente. He pensado que con su foto su nombre, y mi buen hacer lo mismo consigo ponerme en contacto con alguien de la secretaría de la escuela o el rectorado y le saco alguna información, desde luego en Internet no he conseguido nada. No me importaría volver a verla, no la he vuelto a ver.

Esto no es totalmente cierto, hace unos días paseando por la mañana por la Avenida, por cierto llena de gente, la vi, estoy seguro que era ella. Caminaba por la otra acera en paralelo a mí. Fue un segundo, pero pondría la mano en el fuego, era ella, estaba exactamente igual. No pude seguir mirándola, el corazón me dio un vuelco, me faltó el aire tuve que sentarme en un banco que había al lado, respiré profundamente, me recuperé en segundos y me levante, ella no estaba, había desaparecido. Estuve un buen rato dando vueltas por ver si la encontraba estaba seguro que era ella y quería confirmarlo, hasta diseñé la estrategia para abordarla si es que la veía, pero desapareció. Volví a casa y decidí que la localizaría, ahora iba a tener tiempo para hacerlo. Tengo 25 años de palabras que me arden en la garganta. Primero ver donde podía localizarla, después hablar con ella de los tiempos pasados, de si se acordaba de alguien al que no conoció y después… lo que sea.

Ella.

Le he visto, juro que le he visto. Está muy mayor pero sigue siendo el mismo, si no ¿por qué se me han aflojado las piernas?, ¿por qué me he mareado?, pero si me he tenido que meter en la zapatería y sentarme en un taburete, si casi me caigo al suelo. Es el, no puede ser otro. Cuando he salido le he buscado y no estaba, ¿Dónde puede haberse metido en tan solo unos segundos? Tengo que encontrarle, tengo que hablar con el de lo que sea, tengo que verle. ¿Estará casado, tendrá hijos, será feliz? me da lo mismo, tengo que hablarle le debo 25 años de preguntas y explicaciones.

6 Meses más tarde.

Ella se sentó en la cafetería en la que lo hacía siempre cada vez que salía de hacer turno de noche, pidió un café y una tostada. Distraídamente cogió el periódico local que estaba en la mesa y comenzó a pasar las hojas, mirándolo pero sin leerlo, en realidad se miraba las manos, se estaba haciendo muy mayor, ya empezaban a aparecer esas manchas en la piel que nos recuerdan nuestra edad. Miró un instante su reflejo en la cristalera del bar, seguía siendo guapa, mayor pero guapa, una mujer atractiva. Sonrió con una pizca de amargura y volvió sus ojos al periódico, allí estaba, era su nombre en una esquela. Había fallecido el día anterior, no, hace dos días. Podía inferirse que había fallecido inesperadamente, tal vez un infarto, no se hablaba de larga enfermedad ni los tópicos habituales.

Las lágrimas se desbordaron, fluyeron como nunca antes lo habían hecho, mansas, inagotables. No podía retenerlas, no quería y no lo hizo, que le importaba que la viesen llorar, el mundo acababa de estallar en mil pedazos y había desaparecido, estaba sola.

Tardó unos minutos en recomponerse, no pudo comer la tostada pero se pidió otro café, su cabeza que había empezado a dolerle funcionaba a su máximo rendimiento.

Sí, había fallecido el único hombre al que había amado de verdad y ahora ya no habría respuesta a ninguna pregunta, no habría nada de todo eso que en las noches de insomnio imaginó, de ese mundo que construyó y en el que se refugiaba para huir de una vida que hacía mucho tiempo no le producía ninguna satisfacción, una vida a la que se había resignado, al menos de puertas para afuera, cuantas noches de insomnio ocupó su tiempo, el único tiempo de vida en construir un mundo imaginario con él.

Mejor así, se dijo, como mujer resuelta que es. En primer lugar seguro que él jamás sintió nada por mí, dos años, dos años sin dirigirme la palabra, sin acercarse a mí. Seguro que le parecía una cría, además todos sabíamos que él era un vividor, que tenía muchas parejas, eso se decía, aunque nunca le vi con ninguna y dos años son mucho tiempo. Cuantas veces le observé sin que él se diese cuenta, cuantas veces quise acercarme a él, pero era un chico mayor, no me habría hecho ni caso, aún recuerdo su sonrisa, sus carcajadas. Dios, como me gustaba.

Seguramente se casó y ahora su mujer y sus hijos le lloran, debió tener una bonita vida, era de esas personas de las que se sabe que serán felices.

Mejor así, si hubiese dado el paso, si me hubiese acercado a él y hubiese reparado en mí a lo mejor me habría amado como yo lo he hecho desde que le vi ¿quién sabe? Tal vez hubiésemos vivido juntos y habríamos sido felices, o tal vez habríamos caído en el tedio, en el hastío, en la convivencia sin pasión, sin amor. Al menos en mi corazón siempre será el hombre con el que amor habría sido perfecto, el que durante años me ha mantenido viva. Puestas a pensar que podría haber sido ¿por qué no pensar que habría sido perfecto? Tengo que pensar eso, tengo que seguir soñándolo, si no lo hago no podré volver a casa, a un matrimonio que no es más que un acuerdo de convivencia, en el que por no haber no hay ni ternura, a una vida gris que en nada se parece a lo que soñé.

Debí buscarlo, debí haberle dado un beso, un solo beso y ver si se producía el milagro. ¿Por qué sigue siendo primavera? ¿Por qué la gente sigue caminando, riendo, no se han dado cuenta de que el mundo se ha roto, de que ya no hay vida?

Que loca estoy, nunca fui nadie para el que lo fue, lo es todo para mí. Es muy temprano, me da vergüenza pedir una copa, ya tengo un motivo para volver a casa, voy a coger una botella de lo primero que pille, voy a beber hasta emborracharme, después me acostaré y dormiré, ojalá no despierte.

Había vuelto a llorar y había vuelto, en un rasgo de orgullo, a negarse a limpiar las lágrimas.

Cobardes, estúpidos cobardes que no supieron porque no quisieron perseguir un sueño, ni cuando todo les sonreía ni cuando todo, años más tarde se complicó. Siempre hubo una oportunidad para equivocarse o acertar, prefirieron la renuncia, prefirieron renunciar a vivir.

Ella volvió a su vida y sus sueños hasta que las lágrimas pudieron más y se marchó sola esta vez con sus sueños. Él, que murió agarrándose el pecho, aún tuvo tiempo para susurrar el nombre de una chiquilla  de pelo claro con los ojos más bonitos del mundo, con los únicos labios que deseó haber besado en su vida. No tuvo tiempo ni para un último acto de piedad para sí mismo, no pudo perdonarse.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s